Ese verano fuiste a buscarme y me hablaste de secuestros,
soldados y dibujos.
Ese verano habían puesto renos luminosos en el parque de tu
casa y la hija de tu casera me enseñaba sus muñecas mientras terminabas de arreglarte,
porque por esos días tenías el pelo muy largo y lo recogías en una cola
perfectamente ordenada y es que, aunque lo sigas negando, la vida no es más que vanidad de vanidades.
Los dibujos que te hice no he llegado a encontrarlos, y creo
que al final tú te los quedaste, sólo que no recuerdas eso, como tantos otros
momentos en los que me desviví queriendo y soñando no sé qué tantas cosas pero,
felizmente, de eso ya no se habla.
Ese verano aprendí a hacer mojitos y tú descubriste que
tenías facultades de mago. Nos entusiasmamos con las canciones de no recuerdo
qué banda nueva y también aprendimos a bailar boleros, en mi cuarto, con nuestra
soledad abrazada y la aún viva mirada de mi perro valiente.
De ese verano ya no se habla, pero los días de estas fechas son exactamente iguales a los de los
años anteriores. El mismo olor, la misma brisa, las mismas personas haciendo las
mismas cosas y esperando las mismas fiestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario