Nota aclaratoria: Todos los textos y dibujos publicados en este espacio son creados por la imaginación aturdida de la autora. Todo es ficción. Cualquier parecido con la realidad...


domingo, 22 de noviembre de 2015

Señor Ed.

La semana pasada estuve por Buenos Aires. Quise ir a visitarte como tanto te había prometido hace años, pero me estuve quedando casi todos los días en Palermo y cuando pregunté dónde quedaba Ramos Mejía me dijeron que estaba muy lejos, y nadie quiso acompañarme.
Además estuve tan ocupada; ya sabes, tours, paseos, lugares de entretenimiento. Y todo con fecha límite. Quería escribirte para decirte que lo siento, que debí llamar, enviar un mail, tratar de ubicarte. Tambíen para decirte que aún conservo el sapo que canta, el oso panda de peluche, las cartas de Magic y las notitas tuyas con caligrafía zigzagueante.
Hizo bastante frío el día que fui al Cementerio de la Recoleta. Le deje una flor a Evita y en ese momento también pensé en ti, en las charlas de madrugada, cuando me recitabas los discursos más célebres de Perón, tu tan citado modelo de conducta. Y en las calles recordé la moto marca Motomel que te compraste para conquistar chicas y que, al paso del tiempo, te dio buenos resultados.
Sueño aún con conocer tu casa de patio largo y acercarme a acariciar a Pelusa, Casilda y Negrete, cuyas anécdotas felinas me sé de memoria gracias a tu genuino talento para contar historias. No he olvidado nada de lo que alguna vez me dijiste.
Te abrazo desde otra ciudad. Y te dejo la promesa de que pronto estaré cerca nuevamente y cumpliré con el pacto establecido.
Si me dejas. Si tienes tiempo.

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