Nota aclaratoria: Todos los textos y dibujos publicados en este espacio son creados por la imaginación aturdida de la autora. Todo es ficción. Cualquier parecido con la realidad...


domingo, 29 de noviembre de 2020

Blue

El azul es el color más lindo del mundo. Y el verde. Aunque hay tonos de verde parecidos al azul, y hay azules que por condiciones climáticas se transforman en verde, como la azurita, un mineral que puede variar su composición química y convertirse en malaquita, una hermosa piedra de color verde agua. La lazurita (con L) en cambio no varía jamás, y es el componente principal de mi piedra favorita: el lapislazuli. Antiguamente se usaba como tinte para teñir la ropa de la realeza, o pintar cosas importantes como, no sé, la capilla sixtina y esas vainas, incluso mucho antes, los egipcios la usaban para hacer esculturas y joyas; el lapislazuli, por ejemplo, está muy presente en el decorado de la tumba de este chibolo que fue Faraón un día, hace tiempo ya, Tutankamón.

En Marruecos hay una ciudad chiquita pero linda: Chahuen, pintada en diferentes tonos de azul: cobalto, ultramar, índigo, egipcio..., tonos que después, a su medida, se van aunando con el cielo y uno puede quedar un poco pasmado caminando por esas calles. El azul cobalto es bello, encontrado también en la naturaleza a partir del óxido de cobalto, y el azul egipcio es el más mítico, porque fue el primer azul de la vida, su uso data del 2200 antes de cristo, así que si alguien te regala un vestido feo y te dice que es de color azul egipcio, úsalo igual, que estás usando uno de los colores de la corona de la mismísima reina Nefertiti. OMG.

La combinación de tonos verdes y azules son para mí lo más parecido que puedes encontrar a la fuerza de la naturaleza, y te hacen sentir ese poder ancestral inexplicable. El mar, los ríos, el cielo, los árboles, las plantas.

Y ustedes dirán a dónde voy con todo esto, y yo les diré que a ningún sitio, que no hay explicación para este texto. O sí la hay: todo esto porque estaba escuchando la canción "I follow rivers" y me acordé del color azul, todo esto porque estoy aburrida nomás, todo esto porque uno puede hablar de lo que le dé la gana, y todo esto sobre todo, creo yo, porque extraño demasiado unos ojos de color azul etéreo-invencible.

Performance

 Muchas veces me han dicho qué por qué escribo lo que escribo, mis tías preocupadas pregúntandome por qué siento que no tengo amigos, por qué digo que la vida es una mierda, por qué "cuento mi vida". Y es que hay cosas que parecen no quedar claras: existe algo llamado "performance".

Una performance, hablada o escrita, es llevar al plano de la fantasía un sentimiento real, y también contradictorio, es decir: tú puedes escribir un día sobre lo trágico que es hablar con la gente, lo fatal que es levantarte de la cama a cumplir con las espectativas sociales, etc., y llevar este punto a un nivel muy convincente, porque es cierto, una parte de ti SÍ siente esto, pero otra parte de ti siente que le encanta charlar con todo el mundo y que empezar el día lleno de ocupaciones es realmente satisfactorio. Ambos discursos van por el camino de la honestidad. Son sentimientos opuestos, más no excluyentes.
En una performance te tomas esta licencia. Eliges un tema, el que quieras, y lo pones en marcha exagerando datos y llevando hasta el final ese punto que quieres dejar claro (apartando absolutamente todos los demás que tienes dentro de tu cabecita).
Entonces, para terminar, lo que se busca en una performance es una mezcla de dadaísmo, exageración y distorsión, NO rigor y exactitud. El rigor y la exactitud seguramente ya se la pedirás un día al médico que te opere las cataratas.

La mosca

 Estás tirado en la cama de una habitación cerrada y ves que dentro se ha quedado atrapada una mosca. Tienes dos opciones: 1. Abrir la puerta e instar a la mosca a salir. 2. Observar su vuelo. Coger un papel, hacer un gráfico de la habitación y, dentro de este, un diagrama de los lugares en los que esa mosca hace su breve pausa, anotar al lado los segundos o minutos que se anteponen a su nuevo planeo, trazar una línea de cada uno de estos planeos y nuevamente el tiempo correspondiente al lado. Hasta que por fin la mosca encuentre esa pequeña abertura en la ventana y emprenda el escape. Para ese momento tendrás el diagrama de un espacio lleno de líneas, curvas, puntos, números, decimales. Nadie va a entender qué es. Puedes enmarcarlo y colocarlo en una pared de la sala, y la gente se acercará y dirá: Hey, qué loco es esto ¿Qué es? ¿Cálculos aritméticos? ¿Un estudio sobre la arquitectura de un espacio? ¿Lo vendes? Y tú responderás: este cuadro es y se llama: La glorificación del aburrimiento.

Belleza

Hay gente que puede leer con música. Yo no. Conmigo se callan todos porque: ¿cómo puede una leer con una canción de Danny Ocean de fondo?. Sí, ya se que a mí me encanta perderme en mis pensamientos e ignorar al mundo, y me encanta la música y soy súper ecléctica con esto y todo lo que quieran, pero a estas alturas de mi vida me imagino que nadie espera coherencia alguna en mis actos. Ya muchos sabrán que mi vida ha sido llevada de forma totalmente arbitraria y casi accidental.
Prosigo: hay gente que dibuja muy bien, que sus dibujos son copias casi exactas de alguna pintura expuesta en el tercer piso del Louvre. Yo no, yo le paso el lápiz al mismo trazo dos veces, siete, quince, aunque la norma estética sea crear un trazo límpio y preciso. Pero a mí me encanta hacer garabatos y distorsionarlo todo, y esa ilusión no me la va a quitar ningún profesor de arte, porque yo me lanzo a tierra y me aferro a mi dibujo como si no hubiera un mañana.
Ya saben, el que advierte no traiciona.
Hay gente que cree en teorías oficiales, yo no, yo creo en mis propias clasificaciones individuales. Y en la orfebrería, y en la asimetría, y en Kanye West.
Hay gente que lee libros y cuando los termina los deja impolutos en el lugar exacto que les corresponde en el librero. Yo no. Yo subrayo frases, doblo páginas, hago dibujos, guardo los libros dentro de mi mochila llena de paltas, porque ese día me tocó ir al mercado, y porque un libro fue creado para conocer la experiencia de la vida, para recorrer el mundo, para adoctrinar al lector de turno y hacerse viejo.
Y todo esto por qué? porque la imperfección y la honestidad son las cosas más perfectas de este mundo después de mis cuatro gatos.
Y acá llegamos a la bellísima técnica japonesa llamada Kintsugi. El Kintsugi consiste basicamente en pegar o tapar las grietas de un objeto roto o fracturado con nada más y nada menos que oro. Esta filosofia dice que cuando un objeto se rompe o se quiebra, las roturas o fracturas de éste no deben tratar de ocultarse, sino de mostrarse, de ensalsarce, porque así se manifiesta su historia a través de los años. La transformación le da un nuevo valor estético a la pieza reparada, teniendo ésta más valor que una que nunca se rompió.
La herida es el lugar por donde entra la luz, no?
O como diría Francis Bacon: No hay una belleza realmente excelsa que no tenga una anomalía en sus proporciones.

La sopa

Estoy viviendo en un mini departamento en Ollantaytambo, "Ollanta" para los amigos. La dueña del hospedaje es una extranjera, una señora muy buena gente que parece estar todo el tiempo muy preocupada por mí. Siempre me pregunta si he comido. Hoy bajé a lavar los platos al patio común y me encontré con ella y su novio. El señor me preguntó de dónde era y hablamos de los típicos temas de cuarentena. Luego me despedí y subí a alistarme para ir a pasear a Pumamarca. A los minutos tocan la puerta: Vanessa?- me dice alguien afuera. Era el novio de María con una olla. "Mary y yo hicimos anoche sopa de gallina y sobró bastante, espero que te guste, disfrútala". Yo tenía una sonrisa enorme, falsa como el amor de todas mis citas de tinder. No sabía qué hacer, qué decir, no me daba la vida para contarle la repulsión que me daba tener un animal muerto en mi cocina, que nunca en mi vida he comido gallina y que mi mamá me obligó a comer carne a punta de jalones de orejas y promesas de postres cuando era niña. Acepté la sopa y le agradecí casi haciendo una reverencia como los japoneses, porque no tenía ni idea de cómo comportarme. La sopa. Ahí estaba. Solas las dos, cruzando las miradas.
Encontré un taper y la eché ahí. Salí de la casa como una criminal, escondiendo el taper y mirando hacia todos lados. Fui a la tienda donde viven varios niños y se las regalé. Les pedí que me guarden el secreto: "Chicos, yo nunca estuve aquí, ya?. Coman, coman rápido."
Ahora sí me puedo ir a pasear.

Qué linda es la gente que quiere compartir contigo su comida y su buena onda. Lástima que yo, como diría mi amiga Milagritos, he venido fallada. 

Taylor

 Estaba comiendo papas doradas y teniendo una conversación con un amigo, más bien escuchando su monólogo, cuando de repente, mirándome fijamente, me dice: "en fin, tú ya sabes cómo es la vida".

Me quedé con una papa a medio deglutir.
Empecemos por lo principal: yo no tengo ni puta idea de cómo es la vida. Yo no sé a quién se le puede ocurrir que una persona que corretea a una gallina todas las mañanas, para que no se coma los retoños de su planta de tomate, sabe cómo es la vida. Si yo supiera cómo es la vida hubiera puesto mis semillas en una maceta sobre una mesa alta. Si yo supiera cómo es la vida no hubiera estado llorando ayer por haberme rascado el ojo después de sacarle las pepas al rocoto, ni estaría intentando disimular que me estoy quemando el hocico con la comida mientras hablamos, ¿no?... por favor, más respeto con lo que me dices.
Luego me escribe una amiga para pedirme consejos sobre un tema y me dice: "Tú que sabes más que yo de la vida". Mira, no sé de dónde has sacado esa información, pero te voy a mandar una foto mía abriendo de golpe la olla a presión para que se te quite esa idea loca de la mente. Y finalmente, en la noche, otra amiga me escribe: "Ay, cómo quisiera ser como tú". Si ella hubiera sabido que en ese momento yo estaba cantando y bailando "All too well" de Taylor Swift, con un pincel a modo de micrófono, sabe dios si todavía me tendría entre sus contactos.
Pero con esto sí te puedo ayudar: Primero tienes que cometer todos los errores que la raza humana puede cometer, no escatimes en esfuerzos en este paso, ese dolor después te va a servir. Luego ponte estricta contigo misma y repite todas las mañanas al abrir los ojos: "¡Tengo mil cosas que hacer hoy! Ah, cierto, no tengo nada que hacer porque no tengo nada en esta vida, qué alivio", y sigue durmiendo.
Y finalmente búrlate mucho de ti misma, porque en el fondo tú sabes que eres capaz de todo en este y todos los universos, que lo tienes todo, que eres inteligente, graciosa, bella y feliz, y que eres una de las cosas más maravillosas que un día, hace ya varias décadas, al útero de tu madre se le ocurrió soportar. Y que ya alguien te haya soportado todo el día todos los días durante 9 meses, no es poco. Ahora sal a vivir y déjame en paz, por favor.
Sigamos, Taylor, sigamos.

Mente

Me sirvo una taza de café con leche de almendras, me pongo dos pares de medias y le doy play a Keeping up with the Kardashians, porque no todo en este mundo es Emir Kusturica o Lars Von Trier, a veces una quiere ver qué tanto botox se puede seguir inyectando Kendall Jenner. Si a alguien le parece una incoherencia que te gusten de la misma manera los dramas psicológicos que las comedias románticas, le tengo que decir que es un fósil de hace 7000 años. Siempre hay que darle nuevas perspectivas a las cosas que son consideradas problemas. Por ejemplo, si yo no me decido, si siempre estoy cambiando de lugar, de casa, de ilusión, de planes, de gustos, de ideas, etc., más que una desventaja yo voy a considerar esto como una virtud. A mí no me gusta aburrirme. Punto. Y ese es un sentimiento totalmente legítimo, como el hartazgo que se siente cuando le preguntas a alguien su edad y te hace adivinar.

No seas dura contigo misma, cuando se va con la verdad por delante todo sale bien, o sale como una mierda y luego ya no puedes volver a salir de tu casa y construir relaciones de cualquier tipo, pero eso también puede salir bastante bien si le das la vuelta.
Lo importante es que tengas la capacidad de cambiar y evolucionar continuamente y que dejes de ser un mamarracho para pasar al siguiente nivel, que es ser aproximadamente un 10% menos mamarracho. La evolución tarda muchísimos años, si no me crees hojea un libro de paleontología.
Siempre cambia, modifícate, que las ideas pasen por tu mente y cuando estén muy gastadas sigan su curso para que lleguen otras nuevas y mejores, para que no te estanques y siempre estes abierto a saber de todo y a dejar que lo que forma parte de tu pasado se quede ahí, en el hermoso y estático pasado.
Sin ir muy lejos, esta noche seguramente me voy a dar cuenta de muchas cosas , y mañana volveré a leer esto y ya no voy a estar de acuerdo con nada.

viernes, 11 de octubre de 2019

Zurda

Tengo una leve dislexia. Una dislexia aprendida.
Nací zurda.
Hace muchos años en una de mis primeras clases de escuela una profesora nos enseño a diferenciar la derecha de la izquierda con el siguiente ejemplo: La derecha es la mano con la que escriben, por ende la izquierda es la otra". Esto, en el futuro, generó en mí un problema grave de falta de confianza.Yo viví creyendo que mi derecha era mi izquierda, y todo lo hacía según ese mecanismo. Cuando marchábamos en el desfile escolar y debíamos girar a la derecha, yo giraba hacia el otro lado, cuando debía levantar primero el pie derecho yo levantaba el izquierdo, y era siempre a la que llamaban la atención por "torpe". Luego me inscribí en la banda del colegio, y mientras todos parecían llevar muy bien el compás yo sufría incontables fracasos tratando de coger la pandereta con mi casi inútil mano derecha. Me demoraba el doble en cortar papel o tajar el lápiz en las clases de arte, porque estos instrumentos están hechos para diestros. Entonces mientras mis compañeros ya andaban en el paso 7 de la tarea yo recién estaba terminando de cortar la hoja del paso 1.
Siempre me sentí torpe, desnivelada, creía que era lenta, que aprendía mal, que no entendía lo que me decían. No recuerdo en qué momento supe que era zurda, no sé si alguien me lo dijo o yo lo entendí, pero en un momento lo supe y el panorama se me torno más claro. 
Aprendí a hacer cosas de diestros a la fuerza, aprendí que mi derecha era mi izquierda. Desde entonces cuando alguien me decía "Anda hacia la derecha" yo me tomaba unos segundos de reflexión y me miraba las manos: la derecha es mi mano izquierda, osea que en realidad la izquierda es mi derecha, entonces no debo ir para el lado que creo, sino para el otro.
Eso hago hasta ahora, dudo mucho reconociendo mis caminos.

martes, 8 de octubre de 2019

El hombre más lento del mundo

Reacción tardía creo que se llama ese fenómeno en el que te das cuenta de algo después de un tiempo (segundos o minutos, generalmente).
Mis amigas siempre dicen que me pasan las cosas más raras del mundo y en las reuniones siempre nos reímos, o nos molestamos, o nos asombramos hablando de mi vida y de las de ellas también, que nunca se han quedado atrás cagándola.
Me mandé este preámbulo para dramatizar un poco lo que me pasó hace una semana más o menos: Estaba yo vendiendo por internet un pasaje a Cancún, mejor dicho, MI PASAJE a Cancún porque el chico de Israel que conocí hace unos meses y con el que planeé un reencuentro romántico en la playa y un posible futuro en Australia, me dijo que "by the way" había conocido a otra cuando le escribí para coordinar nuestros horarios. En fin, yo estaba ofertando el boleto a precio fumón, con el rimel corrido, dispuesta ahora sí a largarme a vivir a Cusco y cambiar mi vida, pero primero, claro, emborracharme hasta la inconsciencia, lista para resignarme al fracazo de una vez y pensando que esto de ser feliz no es para mí, ya qué chucha, otra misión tendré..., cuando alguien me dice "Hola" por el chat de facebook. Confieso que al inicio no tenía idea de quién era pero su nombre me sonaba. No me importaba, yo solo quería que alguien en la vida supiera disfrutar del viaje que yo me iba a perder y que obviamente Despegar me devolviera mi dinero, entonces de frente le di la información del vuelo queriendo enyucarselo a toda costa. Él me dijo que no me hablaba por eso, sino más bien por una conversación que dejo conmigo a medias en el 2013. Ahí descubrí, subiendo el chat, que efectivamente hace 5 años yo le había escrito para decirle que lo había visto en una expo de arte, que me gustaban sus pinturas y que quería tomar una chela con él un día, y él me había dicho que qué lindo pero que tenía novia y ahí terminó todo. Mi problema es que cuando algo se me ocurre lo intento, y por eso siempre estoy en situaciones bien bonitas, bien ridículas o bien turbulentas. El pintor me dijo que todos estos años había pensado mucho en mí, que me leía siempre y veía mis fotos. Ahora me escribía porque quería aceptar mi invitación e ir por mí y por esa chela y que si en todo caso la promoción ya no estaba vigente, me agradecía por ese acto espontaneo que siempre recordó y recordará con una sonrisa nostálgica. En ese momento, perdón por matar el romanticismo, yo seguía sin acordarme bien de su cara y sobre todo seguía queriendo venderle el maldito boleto a Cancún. Cinco años para aceptarme una chela, ya ni siquiera me acordaba que existía ese hombre, ¿qué demonios? ¿cinco años pensando en esa chela secretamente cuando mi vida ha sido algo así como el diario de Bridget Jones? Qué bestia para demorarse el flaco (de verdad es muy flaco) y yo justo ese día estaba criticando mentalmente a la chica que viene a limpiar la casa porque barre muy lento y tengo que esperar un buen rato para entrar a la cocina cuando estoy ciega de hambre. Perdóname Milagros, perdóname.
Bueno, el final de la historia es que el pintor y yo hablamos un rato más, nos encontramos, bebimos esa chela pasmada en el tiempo, fuimos felices y ahora nos vamos juntos a Cancún. No mentira, él no se va. Pero yo ya tengo un chico lindo para compartir cervezas y chistes estúpidos de los 90's por un tiempo que posiblemente sea breve, aunque me hace dudar porque no es cualquier chico, es el chico más lento del mundo.



Caleta

A mí me sale todo al revés. Por ejemplo, yo digo: "hoy sí o sí me acuesto temprano" y a las 6 am estoy bailando con un grupo de gente y tomando fernet.
Hace poco conocí a un nuevo y lindo amigo. Se llama Paulo, es productor y desde el primer día nos llevamos bastante bien.
Yo creo que era una noche de viernes cuando me dijo que estaba cerca a mi casa y me preguntó si quería huevear un rato y tomar unas chelas. Yo recién me había mudado. Tenía dos semanas viviendo en una residencial en la Av. Salaverry y aún me perdía buscando la puerta de mi casa porque absolutamente todos los edificios (por dentro y por fuera) son iguales. Paulo llegó y salimos a la parte trasera de la resi, donde hay unos jardines bien bonitos y bancas. Nos sentamos a tomar las latas y hablamos un montón hasta que empezó a hacer frío y él me sugirió que entráramos a mi casa. Le dije bueno sí, vamos, pero no quiero que mis roomies te vean entrar, para evitar algún problema tu entrada tiene que ser caleta, BIEN CALETA. Palabras trágicas aquellas.
Yo tenía la intención de dar la vuelta y salir por Salaverry para buscar la casa, pero mi amigo, pragmático él, me dijo que entráramos por la puerta de atrás. Le dije que no reconocía el edificio por ese lado y me dijo: Haz algo sencillo, mete la llave en cada puerta y la que abra será el edificio. Claro, qué lógico sonó eso en ese momento. Nada de pensar en alguna posible contingencia. Probamos con tres puertas y nada, la cuarta se abrió. Subí y él se quedó abajo, le dije que me esperara para chequear primero que no haya nadie en la sala. Metí la llave en la cerradura y no giraba. "Qué extraño" pensé. Traté de nuevo con más fuerza. Nada. Empujé la puerta a ver si tenía truco y nada, estaba empezando a contrariarme cuando la puerta se abrió y salió un hombre muy gordo de unos dos metros de altura "Señorita, ¿quién es usted y por qué está intentando entrar en mi casa?. Oh, señor, perdón ¿este no es el bloque 28? No señorita, es el bloque 25. Ah, ¡mil disculpas!, me confundí, hasta luego. En ese momento sale la que me imagino era su esposa, una señora bajita y gordita con una pijama rosada de los ositos cariñositos. Me miró furiosa y yo más bien me quería reír de su pijama pero me mantuve serena y pasiva. "¿Qué pasa? dijo, ¿Como ha entrado esta chica aquí? ¿Abajo hay un hombre? Hay que llamar a la policía ahorita mismo". Entonces yo nuevamente le expliqué que era nueva en el edificio y me había confundido de bloque y que al parecer una llave abría ambas puertas pero que ya me iba. Ella estaba enfurecida, alterada, era una justiciera y me quería ver presa por haber violado la propiedad privada. Sus gritos hicieron que salgan todos los vecinos, que baje el conserje del edificio y que entre el huachimán de la cuadra. Y yo ahí explicándole a todos una y otra vez mi bestialidad y perdiendo poco a poco el amor propio.
"Vamos a llevarla a la comisaria porque además está borracha, creo", dijo alguien por ahí. Ah no, me parece que ya estan exagerando un poquito, nada de series policiales para ustedes desde ahora. Solo he tomado dos latas, bueno dos latazas, pero borracha no estoy, contenta nomás, déjenme ir a mi casa y ya paren el drama, hombre, que Paulo está congelándose ahí afuera. Me dejaron ir a mi casa a pesar de las protestas de la gorda de los ositos, pero eso sí, me iban a llevar para comprobar que en efecto vivía ahí. Llegamos y abrí la puerta de la casa: ¿Ven? Acá vivo. Ya está. De repente sale Marita, mi roomie y dueña de la casa, ¿Qué pasó? me dice al verme parada en la puerta con tres vecinos, el conserje, el huachiman y Paulo a un costado con su bolsa de chelas. "Nada, que me confundí de edificio y los señores han venido a verificar que vivo acá". Marita los mira divertida, sonríe: sí claro, ella vive acá. Salen mis otras dos rommies asustadas por el escándalo.Todos nos miramos. En esos segundos evidentemente nadie ahí está entendiendo qué pasa, ni siquiera yo que estuve desde el inicio. "Ah bueno, ok entonces, disculpe señorita pero teníamos que verificar". Se van y Paulo y yo entramos al depa, lo presento y le digo a las chicas que estaremos en mi cuarto un ratito. Cerramos la puerta y nos da un ataque de risa. La entrada más caleta del mundo, ¿no?.

Adentro

Estoy tan tensa que se me ha estirado algo por dentro, un músculo, un tendón, un nervio, no sé, algo por ahí adentro se me ha cagado. Mis amigos son más optimistas que yo. En general la gente es optimista prediciendo el futuro de los demás (me incluyo), pero por alguna razón el propio siempre se ve como una mierda desastrosa en la que absolutamente todo saldrá mal.
Ya no me quiero estresar, estoy agotada. Me he gastado. Así que voy a dejar de enfocarme en los grandes triunfos y más bien, desde ahora, voy a apuntar a esas pequeñas victorias cotidianas. Voy a ser feliz en las mañanas cuando logre sancochar el huevo en el punto exacto, ni tan cocido ni tan aguado. Voy a sonreír emocionada cuando llegue al paradero y el carro que voy a tomar esté llegando al mismo tiempo que yo. Voy a sentirme realizada como madre cuando mi gata Butifarra (que me desprecia pero a veces se le olvida) vaya a mi cama para dormir conmigo.
No voy a esperar nada grandioso, claro que también tendría que analizar qué es grandioso y que no, pero sí estaré dispuesta a recibir lo dulce y sano de la vida. Voy a eliminar de mi ser toda la capacidad que tengo para decepcionarme y así por fin se me acomodará el escaleno, el esternocleidomastoideo, las apófisis espinosas y todas esas huevadas raras que tenemos ahí adentro.



A dónde vas...

He regresado a la casa de mis papás por unos días. Estoy contemplando cómo da vueltas mi taza de chocolate en el microondas cuando escucho a mi mamá gritarme desde su cuarto que le alcance el Conito (solución antiséptica de uso veterinario) para curarle una herida al gato. Entonces me pongo a reflexionar. A mí me dices "pásame el pan" y ya estoy reflexionando. Hay gente que parece haber nacido para lograrlo todo en la vida, ¿no? Gente que tiene planeado todo su futuro, que sabe dónde está y a dónde quiere llegar. Me da pena porque yo en este momento solo sé que quiero llegar al cuarto de mi mamá con el Conito. Esas personas que no le tienen miedo a nada, que saben cuándo transigir y cuándo no, que saben manejar perfectamente sus emociones, no como otras que no podemos ni manejarnos el sueño y tenemos que tomar pastillas para dormir y cuando tratamos de dejarlas llegamos al trabajo pareciendo un mapache y diciendo que hemos freeleado toda la madrugada porque nadie puede enterarse de nuestros problemas de farmacodependencia.
Ya me olvidé a dónde quería llegar con este texto. Me he desconcentrado porque en el cuarto de mi mamá encontré una caja de galletas y mis niveles de serotonina se han elevado dramáticamente, entonces este texto que probablemente tenía como finalidad demostrar una vez más que la vida no tiene sentido se ha disuelto, como la Unión Soviética, como el gobierno de PPK, porque la vida siempre tendrá sentido cuando tu mamá le cure las heridas a los gatos que recoge de la calle y tenga en su casa chocolate y galletitas

Busco chamba

Mañana es lunes. Seguro muchos ya se han dado cuenta. Yo recién estoy reaccionando porque confieso que acabo de despertar de una breve siesta de 4 horas. A mí me encanta Jodie Foster, pero es normal que una se quede dormida viendo por sexta vez La habitación del pánico. Bueno, quería acotar, poner un post it verde fosforescente aquí, para decir que llegó una vez más ese momento/día del año en el que me reincorporo a la sociedad utilitarista. Sí, todos queremos bailar borrachos en una playa del Caribe, pero de vez en cuando hay que luchar contra las pulsiones del deseo para asfixiarnos un poquito en la dulce rigidez de las normas y la moral. En teorías éticas, la mejor acción es la que produce mayor beneficio al mayor número de individuos. Hay gente que ha llegado lejos con este asuntito. Ahí tienen a Marcel Proust y su lucha febril contra la disipación del espíritu, o para no ponernos tan románticos, al mismo Oscar Wilde: El hombre mata lo que ama con sus preocupaciones y su inquieta ternura. A lo que iba es que me estoy dejando de cojudeces y desde mañana empiezo a buscar un trabajo formal, unos papeles en donde pueda garabatear un par de firmas y volver a poner en funcionamiento esa hermosa capacidad para satisfacer las post modernas necesidades humanas, luego recibir un sueldo puntual, un panetón en diciembre y que mi mamá se quede tranquila sabiendo que estoy aportando a mi AFP y no voy a morir vieja, sola y con 13 gatos. Aunque esto último no lo puedo asegurar porque mientras escribo tengo un gato en la espalda jugando con mi pelo.
Busco trabajo, y ya que vamos por ese camino, busco paz interior también, busco un hombre decente, busco un lugar donde se pueda conseguir todo tipo de alimento sin gluten porque soy resistente a la insulina, y así podría seguir enumerando todas las cosas que me hacen falta en la vida pero wc2zf (gato poniendo la patita en el celular) ya me desconcentré.
Bueno, si necesitan diseñadora yo estoy aquí  , otros también están, yo sé, pero porsiacasito yo también. 



Mis amigas

Hoy estuve pensando en mis amigas. Todas son iguales, pensaba. Mis amigas tienen gatos y son solteras. Usan tinder, beben vino, gin, cerveza. Mis amigas son lindas, raras, locas, inteligentes, dramáticas, caóticas. Mis amigas viajan, salen con varias personas. Beben los viernes, pero los lunes hacen yoga, cardio, pilates. Mis amigas tienen novios y vibradores. Los martes quedamos y vamos a comer ravioles al pesto y tomamos vino blanco. Los domingos playa y cervezas. Mis amigas se rien de todo y también lo comprenden todo. Los 30s son la edad en la que no eres ni muy joven ni muy viejo, entonces un día puedes tomar un avión a Marruecos detrás de un amor y otro puedes quedarte en tu casa quejándote de la subida de precio del limón. Cuando una de nosotras está confundida, a los 30 minutos ya estamos sentadas hablando del tema con un tinto de verano entre las manos. Hemos aprendido a entendernos y cuidarnos. Y así vamos por la vida: cagándola, sí, pero juntitas y contentas.

Oficinas

Un día quiero decir que fui una mujer de oficinas. Quiero decir que lo fui mientras le doy vueltas a un pincel buscando un color que todavía no encuentro. Quiero decirlo mientras estoy sentada frente a mi computadora escribiendo y tomándome una copa de vino blanco, bien frío. Quiero decirlo mientras me tiro en la cama, todavía en pijama, a abrazar a mi novio a las 11 am. Y en ese imaginario me veo a mí misma, por la tarde, andando por las calles de algún país que no es este. Y en esa alucinación suena una Bossa Nova tranquila y yo sonrío. Tengo otra vez el pelo largo y he dejado de tenerle miedo al fracaso. Quiero decir que he cambiado los ansiolíticos por el yoga, el cardio, las caminatas nocturnas y el amor. Y quiero tanto soltar esas palabras en el viento, que ya decidí que no hay ni habrá para ellas otro destino.

Ladrona de medias

"Estamos tan distraídos pensando en lo que queremos, que no vemos lo que llega, que a veces es mejor que lo que creíamos querer", me decía el novio mío mientras nos mecíamos en una hamaca en la selva. Las cosas no llegan cuando uno quiere sino cuando deben llegar, también me dijo alguien alguna vez. Yo me fui a la selva con una mochila llena de shorts y vestidos, dispuesta a quedarme 4 o 5 meses. Pero ya ves, que los planes son como una pared con la que uno siempre se estrella, y ahora estoy en Cusco, con el vestido lindo que me regaló mi mamá en mi cumpleaños y muriéndome de frío. Hasta ayer esperé la respuesta de la oferta de trabajo por la que había venido. De hostel en hostel andaba, para aumentarle aventura a mi vida, no mentira, para encontrar uno más barato siempre. En el más barato de ellos todos los chicos eran muy buena onda, mochileros misios pero generosos. La dueña me advirtio que guarde las cosas de valor porque siempre robaban. También me lo dijo una francesa apenas entré a mi cuarto, un hueco oscuro con olor a humo de diferentes naturalezas y hip hop a todo volumen. Hola Parcera, me dice un chico apodado "el gato". Pasé una sola noche ahí, mi laptop no me dejaba estar tranquila. Me fui temprano a otro hostel, uno "decente" y colgué mi toalla en el patio y mis medias recién lavadas. Yo había llevado a la selva taloneras delgadas y un solo par de medias largas y más o menos gruesas que me salvaban la vida en las noches. Ese día me dieron el trabajo, cerré contrato en una casa cerca a la plaza y le dije adiós a los hostels. Salí al patio a recoger mi toalla y mis medias, la toalla sí estaba ahí, pero las medias no. Me dio un mareo, se me movió un coágulo en el cerebro. ¿Se robaron mis medias? Esto es el colmo. Busqué y nada. Entonces vi unas medias de lana muy largas y gruesas colgadas ahí mismo. El coágulo me palpitaba. Yo no iba a congelarme una noche más hasta que llegara mi ropa de Lima. Miré para todos lados, agarré las medias y huí. Llegué a mi nueva casa con mis también nuevos antecedentes: Mucho gusto, Melissa Lozada, diseñadora gráfica y ladrona de medias.

Salma

Ayer en la tarde fui a almorzar a un restaurante. Luego me senté en el balcón a mirar la plaza y tomar un chilcano. Una turista de unos 50 años se sentó a mi lado. Nos miramos y sonreímos a modo de saludo. De pronto ella me dice (en inglés) que me parecía a una actriz. Yo me puse a pensar qué actriz peruana parecida a mí podía ella haber visto. Se quedó pensando un rato y luego me dijo: I remember! Salma Hayek!. Yo me reí mucho. Le dije que era el mejor halago que escuché en mi vida. Bueno solo quería contarlo porque estoy re creída hoy. Y que todos los hombres que me han dicho que no, ahora pueden considerarme inalcanzable. Jajaja.

Apu

En el Apu Pinkuylluna (mi favorito) Los Incas descubrieron que algunos puntos de la montaña eran entradas a otras dimensiones y en ese túnel extremadamente helado construyeron sus almacenes. Sus refris. Sus heladeras. La subida al Pinkuylluna es gratis y tiene un cartel en el inicio que dice algo así: "Montaña muy peligrosa. Subir bajo su propio riesgo". La primera vez que subí había tomado dos vasos de chicha de jora con un conejo a mi costado. Luego me encontré con una pareja de unos 65 años, mirando hacia arriba, él le decía a ella: "Este camino es imposible... Pero qué va a saber esta mujer de eso" cuando me vio pasar por su lado saltando las piedras. Le tengo cariño a esa montaña, porque ese día estaba muy sola y yo tengo una "ligera" inclinación a la derrota. Pero llegué y me senté a observar toda la ciudad de Ollantaytambo desde una piedra, comiendo una mandarina. Ciudad de resistencia, construída por Pachacutec, españoles perdiendo una batalla bajo las tropas de Manco Inca. Y yo aquí, "zurda, exiliada y falopera" como diría Diego de él mismo, como Tupac Amaru, o como ese revolucionario boliviano cuyo nombre no recuerdo pero cuando fue capturado dijo la célebre frase: "Hoy me matan a mí solo, pero mañana volveré, y seré millones". Y así fue, fuimos millones y Sudamérica fue libre... Y NO.


Lu

El otro día caminaba por San Blas y me crucé con Luciano Mazzetti " ven a vivir conmigo, a mi casa, en Lima" pensé. Le dije a Diego que me encantaba él, pero mi novio como siempre ignoró mis primariocidades. Hoy vi mi ropa y la quise ordenar. A fin de mes voy unos días a Lima de visita y pensé en hacer feng shui en mi cuarto, luego recordé que mi mamá convierte mi cuarto en un deposito cada vez que me mudo y lo medité un poco más. Cuando hablo de mi casa siempre digo " la casa de mis papás" aunque mi papá lleva 7 años muerto y en teoría sería solo la casa de mi mamá. Pero esa idea nunca me ha cerrado. Esa casa es y será de él más que nuestra siempre. Él la ideó, hizo los planos, supervisó la construcción; porque era ingeniero, arquitecto, mecánico, calderero, campeón de ajedrez, un intelectual, un maestro. En esa casa habita su genio. Y a esa casa voy a volver este fin de mes, y toda mi vida, con o sin Luciano Mazzetti.

Días

Me levanto y no hay agua caliente. ¿Quién se baña con agua fría en esta cristalina ciudad de dos hermosos grados? ¿Quién? Yo no. Mi novio me dice que no tiene efectivo, y yo, pobre y famélica, me inmolo y saco 5 soles de mi monedero para que vaya a comprar cigarrillos, porque sí, todos tenemos vicios. Tú no juzgues a nadie que seguramente a ti te gusta usar pantalonetas con estampados o tomarte fotos en el espejo del gimnasio. Y luego tengo que pasar la hora de almuerzo escuchando los audios larguísimos de mi tía Malena y enterarme de que mis seres queridos andan por la vida tropezando con la misma piedra.
Todo esto mientras como olluquito. Ya está, me tengo que distraer. Quiero trabajar pero el internet se ha cortado en la oficina. Entonces mi novio me llama emocionado para hablarme de sus intenciones de practicar el freeganismo. Cuelgo, me sirvo un té verde, me acomodo el pelo lentamente y abro mi pastillero. Gracias vida, por el clonazepam.

Cusco

Último fin de semana en Cusco. Es momento de volver a agarrar la mochila. Ayer nos dimos el lujo de levantarnos a mediodía. Almorzamos en Don Pimiento por fin, siempre pasábamos y nunca nos decidiamos a entrar, luego fuimos a caminar por el centro, fuimos a una expo en Bellas Artes, entramos a bar cultural lindo y comimos helados. Volvimos a casa y nos acostamos a ver series. En la noche fuimos a tomar vino y comer pizza a La Cantina italiana, otro lugar que estaba pendiente en mi lista y que desde ahora recomendaré mucho!. Hoy sí despertamos temprano y salimos al Valle. Maras y Moray. Fuimos como siempre a la aventura, por caminos alternativos, caminando mucho, resbalándonos por senderos olvidados y trepando montañas (odiamos las entradas de turistas y los precios excesivos). Volvimos hace un rato y ya estamos bañados y casi desmayados. Vamos a extrañar los fines de semana en Cusco. Sobre todo el sábado que nos colamos en la parte escondida de Tambomachay para tomar Wachuma y tuvimos una visión mutua en la que nosotros eramos los elegidos para formar "El Imperio definitivo" Jaja.
Qué felices hemos sido estos meses. Estoy muy agradecida. Volveremos pronto. Ahora a seguir la vida.



lunes, 9 de julio de 2018

Mi gigoló

Yo tengo algo que mucha gente no tiene. Tengo algo lindo y entretenido. Pero he nacido y crecido en un mundo donde las normas están ya bien cimentadas y tengo estrictas reglas sociales presionando mi cerebro como gusanos viscosos y palpitantes en función reguladora de mi comportamiento. No importa si a mí algo me hace feliz o no, lo importante es que la sociedad esté contenta con mi desarrollo, y mi desarrollo no depende de una sonrisa en mi cara. Sobre todo porque nací mujercita y la lista de prohibiciones que dominan mi vida es tan larga y difícil de descifrar como las catorce tablas explicativas de los sumerios contando el inicio anunnaki de la humanidad. Me gusta más la sabiduría romana, esta gente vivía el amor y el sexo como un regalo de los dioses y tenían que practicarlos al máximo. “Vino, sexo y termas arruinan nuestros cuerpos, pero son la sal de la vida”.
Yo me compro de vez en cuando un placer lindo y extendido porque, aunque todas las tardes prenda un incienso para mantener mi contacto con el mundo místico, la felicidad en las grandes capitales siempre fue y será una cuestión de dinero. Osea, tú te compras algo que le producirá placer y dicha a tu corazón: te compras un chocolate, una pizza, un boleto de avión a Cancún, un carro, te compras ropa, te compras pastillas para la depresión. Algunas personas tienen además cosas que eligen para sentirse acompañadas y felices, no pagan por ellas pero las obtienen con cierto nivel de sacrificio: un novio, por ejemplo, un perro, una familia, un grupo de amigos, un equipo de trabajo. Yo, después de muchos años probando todas las anteriores he elegido algo más práctico y menos común: yo tengo un gigoló.
Se llama Marco (eso dice él), no sé si será verdad por eso casi nunca lo llamo por su nombre, no quiero sentirme estúpida reincidiendo en un error tan ridículo, es más, creo que nunca lo he llamado así. Con él además, soy una mujer poderosa, le prohíbo y ordeno cosas, siempre dulcemente, claro. Me siento como una Sultana benevolente manejando un imperio y el cuarto azul que alquilo en la avenida Salaverry es el equivalente al nuevo Imperio Otomano. Pero la diferencia de esta pacífica conquista con aquellas otras batallas sanguinarias es que aquí adentro existe un profundo sentido de justicia. Todo se paga y se retribuye. Con  la misma moneda yo te lo pagaré, amenazan Los iracundos en una oda a la venganza, pero en este caso el bien se paga con bien, y a mí sí me gusta que me paguen con la misma moneda.
Yo le tengo cariño a mi gigoló porque siempre acepta hacer todo lo que me hace feliz. Poca gente te da ese disfrute, poca gente te deja soltar el animal encerrado que te estira la piel desde adentro.
Mi gigoló me besa, me hace reír, me abraza, me dice que soy hermosa, me pone contenta, luego coge su dinero y se va dándome un beso en la frente. No tengo que alimentarlo porque nunca acepta que le prepare algo de comer, nunca tengo que acompañarlo a ninguna parte, nunca tengo que mentirle o analizar las consecuencias de su vida en la mía. 
Yo tengo algo lindo y poderoso, algo que me distrae mágicamente y me llena de energía para enfrentarme a todo lo desfavorable que la vida tiene para mí allá afuera. 
Anoche, en un ataque de ansiedad, me prometí borrar su teléfono porque eventualmente las personas se enterarán y empezarán a juzgarme, pero luego tomé dos ansiolíticos y cambié de opinión. No voy a perder nada que no quiera perder. 
"Si te vas la sal deja de estar salada y ya no sirve, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea."



martes, 20 de febrero de 2018

Un perro dálmata

La primera vez que lo vi estaba muy serio hablando con una chica en la universidad.
Yo entré porque me habían avisado que había un chico guapo en la cafetería. Fue curiosidad, sí, pero sobre todo fue presión social. Entré caminando de frente y luego giré la cabeza disimuladamente hacia donde estaban ellos (así, despacito, nadie me ve...) pero justo en ese momento él levantó la cara y me vio. Ya, qué importa, igual no sabe quien soy y nunca más me va a ver, así que lo miré conchudamente  por unos segundos y luego me compré una galleta de quinua.

Cuando salí mis amigas estaban afuera. Participé del cuchicheo sobre su belleza varonil y me largué rápido porque no me interesaba mucho apreciar/conocer la vida de una persona que no apreciaba/conocía la mía.

En ese instante no tenía idea de que semanas después ese sujeto iba a ser mi compañero de clases y luego un buen amigo con el que saldría todos los días en los breaks a comprar cigarrillos y chupachups de fresa.

Meses después salimos a celebrar el fin de ciclo con varios amigos y terminamos en su casa escuchando los primeros éxitos de Ricky Martin y comiendo las sobras de un piqueo snack. Luego hicimos el amor muchas horas y nos enamoramos.

Y bueno, nada, como hoy es 14 de febrero (ah no, ya es 20) quise contar la historia de cómo hace 12 años me convertí temporalmente en la novia del chico guapo que llegó un día a matricularse a la universidad y que ahora vive en París con una mujer de tetas enormes y un perro dálmata. 


viernes, 28 de julio de 2017

Macedonio

Cuando me deprimo pienso que soy la mejor.

Soy la mejor amiga de muchas personas, soy una talentosa diseñadora, soy una persona comprometida con lo que hago, soy inteligente, soy divertida, compinche, cómplice de aventuras, soy viajera, trabajadora, buena hija, buena hermana, chica estable o pasajera de algunos. Soy empática, comprensiva, soy honesta, tengo más valores que la gente común, soy defensora de causas nobles, ambientalista, animalista, altruista. Me gusta leer, escribir, dibujar, pintar con acuarelas, ir al cine, ir al teatro, armar frases con letras de revistas. Canto, bailo, cocino muy bien. Soy sensible a cualquier clase de manifestación artística. Me adapto a los cambios, me gusta conocer gente buena, me gusta el sexo, me gusta reír, caminar, compartir, me gusta la cerveza, no tengo prejuicios, no critico, no juzgo, no envidio, no me meto en asuntos ajenos, me gusta la libertad, respeto y admiro la forma de ser y la felicidad de los demás. Me enfrento a la vida, con miedo, con ansiedad, pero siempre me enfrento, no me paralizo.

Soy una gran persona, me digo para convencerme a mí misma mientras toco el  bulto enorme que acaba de salirme en el cuello producto de alguna contractura muscular tal vez, o de algo peor, pero eso lo descubriré luego. Me lleno de inseguridades en un segundo, entro al punto de no retorno y me deprimo, me dejo caer sobre la cama mientras mi dolor de cuello sube hasta el oído. Le repito a mi gato que soy un gran ejemplar de mi especie y que ha tenido suerte de encontrarme y abro los sedantes que me harán dormir dos días enteros para olvidarme de que en el mundo hay cosas que no tienen solución, cosas que jamás podré alcanzar, que hay gente que sufre, que va, que viene, que desaparece como los antiguos pobladores del Indostán, como los manuscritos originales de Amadís de Gaula, como la voz de Macedonio Fernández diciéndome entre sueños que nos emancipemos de los imposibles, de todo lo que buscamos y creemos que no hay, y peor aún, que no puede haber.


miércoles, 24 de mayo de 2017

Puente

Hay una frase que todos hemos soltado con tranquila ligereza en alguna conversación de cafetería: “cualquier cosa puede pasar”. El tema con que cualquier cosa pueda pasar, es que a veces pasa.
Esa cosa existe, vive, y se nutre no solo de la casualidad sino también de nuestros más insignificantes movimientos anatómicos. Si avanzas para allá, si retrocedes, si abres bien los ojos, si los cierras.
Hay que pensárselo bien, porque ESO va a suceder. Ya lo engendraste en un deseo inconsciente. Se debe tener mucho cuidado con la cantidad de energía que uno deposita en este tipo de comentarios. A veces los nuevos sucesos se despliegan sobre esas superficies que tanto nos ha costado pulir y luego caemos en miedos inútiles o injustos reproches hacia los otros, cuando los únicos culpables somos nosotros mismos  y nuestra oscura propensión a fantasear indebidamente.
El Pont des Arts, El río Sena, el mensaje del chico de los ojos azules. Todo se transforma en signo, en objetivo, por un momento todo se me olvida y me siento terriblemente entusiasta en esta lateralidad norte.
Hay una ciudad en donde sueño que vivo cuando me levanto a tomar desayuno y abro las ventanas fantaseando nuevamente con una casualidad deforme y palpitante que avanza hacia mí bañando de un nuevo color todos los planes que he creado para mi futuro, mis pensamientos se multidireccionan y me repito que cualquier cosa puede pasar sin darme cuenta de que estoy vertiendo sobre la vida mis deseos no clasificados.
Mientras tanto, en la ventana del edificio de en frente, hay un gatito inmóvil contemplando en el aire algo que yo todavía no he aprendido a ver.

jueves, 20 de abril de 2017

Prípiat

En este segundo alguien se enfurece.

En algún lugar del mundo hay una ciudad con una casa que tiene dentro una mujer que blasfema. En el interior de su cuerpo se acaba de producir un aumento súbito de flujo biliar. Camina de un lado a otro escuchando una canción que le molesta. Esa canción ha sido el material reactivo del final de todo un proceso.

Esa misma mujer pide delivery de comida rápida y se sienta en la cocina a devorar su ansiedad, que por ese mismo acto, se hace más profunda, más visceral.

El teléfono suena pero ella no lo escucha, sigue devorando ese batido verde y homogéneo que es la rabia que todos sentimos cuando alguien que hemos amado ya está amando a alguien más.

Tú no estás amando a alguien más. Y, a menos que sea un secreto, a ti nadie te ama.

A ti todavía no te toman de la mano nuevamente y te preguntan qué quieres hacer por la noche. Tú no has reiniciado tu vida en las praderas del amor; tú sigues igual, trabajando, pagando tarjetas de crédito, haciendo planes a largo plazo y sobretodo acumulando  una cantidad de estrés que podría igualarse a la energía contenida antes de la explosión de la planta nuclear de Chernobyl.
Tú eres, junto a tu comida chatarra, un desastre medioambiental.

En este segundo, una persona que amaste está floreciendo en sana libertad muy lejos de tu casa y sabes que durante muchos años no podrá ni querrá volver. Porque tú, ya en el tranquilo silencio que conlleva el proceso de descontaminación, eres Prípiat, la hermosa y desolada ciudad de los mutantes.



domingo, 2 de abril de 2017

Filadelfia

Estoy siguiendo una dieta saludable y me han dicho que no debo comer queso crema. El problema es que ahora mismo tengo uno de esos quesos en la refri. Lo compré un poco antes de cambiar mis hábitos alimentarios y me dio una pena terrible botarlo porque eso equivaldría a echar a la basura mi dinero y el tiempo que invertí en ir al supermercado. Así que decidí que de todas formas me lo iba a comer y que cuando se hubiera terminado podría llevar mi dieta saludable con un 100% de honestidad.

El asunto acá, el traspié de la vida en esta ocasión, es que mi queso crema no se acaba nunca.
Cada día le unto una cucharada grande a mis tortillas de maíz libre de gluten pero no obtengo resultados. Me da la impresión de que en las noches, dentro de la refri, se regenera.

Hoy nuevamente he tratado de acabar con él en una lucha infatigable en la que, como siempre, ninguno de los dos a logrado reducirse.
Llegará el día apocalíptico, la rebelión de las máquinas, los humanos desapareceremos de la tierra, el mundo será un lugar inhóspito para cualquier tipo de organismo pluricelular, las ciudades del mundo serán tumbas de fósiles sumergidas en el reino del deterioro y la corrosión, cambiaran las leyes del tiempo y el espacio, y juro que ese queso seguirá estando ahí.

De estas reflexiones y las pesadillas que tuve anoche he sacado mi conclusión final, y ya está decidido que hoy será nuestra despedida. La opción de tirar al tacho de basura la comida cuando ésta confabula contra tus planes y tu integridad ya no se ve tan descabellada.

Acá no hay culpables, queso crema, porque los dos nos hemos equivocado. Hemos escogido el camino incorrecto y al final del día habremos aprendido una lección valiosa e inexplicable. Sé que creíste que eras importante, que fuiste creado con un propósito, y que ahora delante de este abismo negro de polietileno sientes que vales poco menos que nada. Pero, si esto te sirve de consuelo, quiero que sepas que a pesar de cualquier esfuerzo de insurrección, sedición o lucha por una causa justa, desde que nacimos, tú, yo y todos los seres y objetos que habitamos este planeta que está inevitablemente destinado a borrarse de la memoria colectiva del universo, siempre fuimos poco menos que nada.

viernes, 10 de marzo de 2017

Marzo


En la radio están pasando un especial de Frankie Ruiz, porque hoy hubiera sido su cumpleaños.

Seguro mujer que hoy eres feliz. Que nada de ayer hoy te hace llorar.

Ayer soñé un recuerdo. Soñé que iba a tu casa y me esperabas sentado en la puerta, con un gesto de fastidio. Yo llegaba apurada y con cara de culpa, mirándote de costado como una paloma, siempre con miedo de que te hubieras aburrido de esperarme.

Perdóname, no me di cuenta de este juego y me enamoré...

Después de esos tiempos no he vuelto a dejar que alguien me trate mal.
Abro un trago y brindo sola, en pijama y sin zapatos. Canto en voz alta esa salsa de antaño que me hace recordar a mi papá, y a mis exs. Hoy voy a recordar a los hombres que he querido.

...que yo podía, si quería, vivir sin tu amor.

Sé que me estoy emborrachando cuando mis estados de ánimo se confunden entre sí y me pongo triste pero estoy alegre. Me da risa porque son las 11 a.m. y yo debería tener cosas más importantes que hacer en lugar de estar celebrando el cumpleaños de Frankie Ruiz en mi cuarto.
Miro mi celular para revisar los pendientes del día, abro la ducha y le subo el volumen a la radio.

Seguro mujer que hoy eres feliz, que puedes hacer lo que quieras tú...


https://www.youtube.com/watch?v=xejr-tCYsHk


lunes, 13 de febrero de 2017

Historia de cómo perdí un trabajo en el 2012

La vida se me complicaba así: eran las dos de la tarde y yo quería leer. Yo necesitaba entender las razones de Lewis Carroll, el por qué de todas sus perversiones románticas, estéticas, fotográficas y quiméricas. Yo quería llegar más allá: hacer un agujero hondo en el jardín de alguna fiesta, disminuir en tamaño y edad, traspasar la dimensión fosilizada de cientos de raíces y encontrar la respuesta de por qué el ideal solo existe como ilusión.

Pero tenía que trabajar. Estaba comprometida con el desarrollo empresarial de mi país y con una bandeja de entrada llena de motivos urgentes que yo misma había ordenado en jerarquía de colores. Mi inmersión en la sociedad utilitarista había decantado en el total aniquilamiento de mi libertad, mas no de mis ansias de la misma.

Eran las tres de la tarde y yo quería ver películas, estudiar nuevas formas de expresión visual, identificarme, anexarme, memorizar todas las frases de ese asolapado pero drástico adoctrinamiento que te da el arte.

Pero nada de esto se puede cuando hay que seguir ordenes y entregarse al tiempo. Entregarse. Darse a la vida como un obsequio y recibir de la misma manera todo lo que venga de las manos de otros, o peor aún, recibir a los otros, completos en alma y cuerpo. Cuando tienes sexo con alguien estás teniendo sexo con todas las personas que estuvieron ahí antes que tú.

Eran las cuatro de la tarde y yo nuevamente estaba cansada de las trayectorias, de los pasadizos, de las ideas, de la gente, de la ciencia y también de la ciencia ficción; estaba hastiada, aburrida de buscar y no encontrar las respuestas que me permitirían hacer un balance coherente sobre mi falta de motivación. Estaba hasta el orto de las voces humanas empujándome desde todos los ángulos existentes, sin saber que en estricta física el resultado de la suma de fuerzas es nulo. Yo quería ser alguien mejor. Yo quería dejar todo tirado sin que me importara un carajo el horario laboral y correr detrás de una ilusión como un conejo histérico con trastornos de ansiedad.

Y aunque la sociedad juzgara mi incapacidad para vivir en simbiosis y mis necesidades no fueran analizadas en ámbitos poéticos o literarios sino más bien psiquiátricos, yo quería hacer (sola y únicamente) lo que a mí más me gustaba. Y a mí lo que más me gustaba... era estar contigo.


https://www.youtube.com/watch?v=haBpm6hUPmU

domingo, 18 de diciembre de 2016

:)

Recorro los pasillos de Crisol con tres libros entre los brazos. Llegando a la caja veo entre las ofertas un libro que siempre he querido leer "Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce". Siento un cosquilleo entre las piernas, me vengo, pienso. Levanto la cabeza y me divierto pensando que todas las personas que se cruzan conmigo ignoran que justo ahí, en la paciencia de su mirada, se me está humedeciendo la trusa. Pienso que este mini orgasmo es el preámbulo de la paja memorable que me voy a hacer llegando a mi casa, pensando en cómo me vine anoche con J. y cómo ese recuerdo intensifica ahora mis placeres cognitivos. Saco mi tarjeta de crédito. Ya sé que había dicho que no la volvería a usar pero hoy soy una persona feliz y mis actos están atados al significado de esa condición; lo siento hermanos, pero nada puedo hacer para liberarme de la lujuria y la negligencia. De todas formas no me dejaré llevar eternamente por el disfraz de los trastornos glandulares, volveré a ser una persona honesta cuando mis niveles se restablezcan y en ese futuro absurdo y lineal nada de lo que tengo ahora podrá volver a hacerme feliz. Yo seré el vacío y tu serás mi fiesta.


miércoles, 5 de octubre de 2016

La rebelión de los objetos.

Una extraña rebelión me sujeta los pies. La tecnología me quiere dejar en claro que mientras este mundo siga evolucionando en favor de las máquinas, yo nunca, pero nunca, tendré el control de mi vida.
Ayer comenzó. El router fue atacado por fuerzas involuntarias (uno de mis gatos) y salió volando. Ahora permanece muerto, oculto tras la sombra del gran estante que ocupa toda la pared de la sala. Entonces hoy, como no tengo internet, leo. Leo un cuento de Kafka. Es la descripción de los once hijos de un hombre anónimo. A mí eso de no saber quién es la gente me da un poco de angustia, ansiedad más bien, pero igual me entretengo. Me quedo pensando en el último hijo, el más débil, el que sueña con volar lejos y llevarse al padre en los hombros.
Rodrigo me llama. Hay una urgencia y tengo que enviar un diseño en media hora, ¿cómo hacemos?, me dice. Pues, no sé, no sé cómo hacemos.
Me levanto rápido para buscar a algún amigo que esté en casa y pueda prestarme un espacio para ir un rato a trabajar. La pantalla táctil de mi celular lleva días respondiendo de forma lentísima y me demoro un minuto y medio aproximadamente en escribir la palabra "hola". Luego de una batalla bastante dramática con el aparato ese, por fin logro comunicarme en lenguaje casi primitivo con un amigo que vive cerca y voy para su casa. Son las 2 de la tarde y a las 7 debo estar en la graduación de mi hermana. Trabajo a velocidad maratónica, envío mis pedidos, respondo correos, analizo semioticamente cada capa de imagen trabajada, miro la hora constantemente y a las 5 salgo corriendo en dirección a mi casa para bañarme y salir nuevamente. Llego y entrando nomás me doy cuenta de que tengo hambre. Me meto un pan frío a la boca y abro el microondas para calentar café, pero el microondas no se prende. Reniego y busco el cable del enchufe, pero el cable del enchufe está ahí, perfectamente conectado. Entonces pienso que esto solo puede obedecer a una razón... prendo el foco de la cocina y no pasa nada. No hay luz. Se ha ido, le digo en voz baja a una persona invisible parada frente a mí. Camino lentamente por la casa, pensando y esperando, ya va a venir, debe ser una falla momentanea. Ya va a venir. Pero no viene y los minutos pasan más rápido que nunca. He regresado al pasado, la telefonía móvil 4G es un sueño pendiente en la cabeza de alguien, es fines de los 70, la luz es Joanna y esto es Kramer vs Kramer. La tecnología se me rebela en conspiración con el cosmos. "La rebelión de los objetos", Saramago siempre tuvo razón, los sucesos no ocurren de manera casual, no exiten los accidentes, todos los objetos del mundo tienen un alto nivel de conciencia, una energía propia, nos conocen, nos ven, saben nuestros nombres y nuestras debilidades, hoy vas a caer, me dice la pantalla negra de mi celular, hoy caes.
Pero yo no soy cualquiera, yo soy una mujer terca con mañas de clasemediera tercermundista, así que hacen falta más cosas que las luces parpadeantes de los aparatos electrónicos para detenerme. Además he visto todos los capítulos de Doctor Who. Caliento agua en la tetera y busco una tina grande. Así, a la antigua, como se baña la gente en los caserios de la sierra, como baña mi amiga Milagros a su hija de 2 meses mientras le agita de vez en cuando una sonaja para que ella pueda relajarse y sonreir imaginando sabe dios qué cosas con ese cerebro nuevecito. De la misma manera me baño yo ahora, pero con prisa y con la imaginación ya muy contaminada. Salgo de la ducha mojando la madera del piso. En otro tiempo mi mamá me hubiera hecho secarlo, pero ahora tengo libertad para destruir y/o construir sobre lo que mis padres alguna vez creyeron suyo. Unos cuantos años y somos nada...
Levanto la mirada para ver la hora y me doy cuenta de que el reloj también se ha parado. Esto sí no me sorprende. Me hace sonreir. El reloj lleva parado varios días pero nunca me importó, habiendo tantos lugares en los que uno puede ver o escuchar la hora dentro y fuera de su casa, ¿qué demonios importa un obsoleto reloj de pared lleno de polvo?. Importa mucho hoy que la pantalla de mi celular se rehusa a condecender a la fuerza de mis dedos. Pantalla insumisa con 5% de batería.
Quiero ser un gato, pienso mientras corro en dirección al paradero estirando el brazo para que me vea el chofer de la combi. Quiero ser un gato en New York, la mascota peluda y vagabunda con cara de no me toques imbécil de Madame Chiang Kai-shek, entonces nunca tendría que detenerme a ver la hora, ni cargar mi laptop, ni humillarme ante mi celular. Toda mi vida se resumiría al Credo quia absurdum.
Subo a la combi con la sensación de que he triunfado. A pesar de todo voy a llegar a mi destino a la hora programada, le he ganado a la rebelión de los objetos me digo complacida y no puedo evitar sonreir. El cobrador se acerca y yo meto la mano en mi cartera solo para darme cuenta de que mi monedero no está ahí. Me lo imagino entre las sombras, estático en algún lugar de mi casa. Miro por la ventana. El carro avanza. Quiero ser el perrito huesudo en la bolsa de Paris Hilton, quiero ser Paris Hilton...

lunes, 18 de julio de 2016

Almost blue

Me estoy dibujando y siento que soy una persona sin identidad, un ser ficticio. Es que los ojos. Los ojos me han salido extravagantemente redondos y el pelo... el pelo negrísimo, espectral, tonos muy virados al verde además. Más que un autorretrato parece una interpretación libre de la fauna salvaje hecha por un pintor amateur impresionista. Bien mirado, creo que no me parezco a mí. Más bien eres tú. Eres tú, jodidamente. Me siento en el piso, cierro los ojos y me dejo enternecer por algunos pensamientos. Me digo que, sin saberlo, siempre te he esperado (no fue buena idea pintar escuchando un disco de Chet Baker), a pesar de que antes no había percibido de manera consciente la nostalgia que me guiaba todas las tardes a la ventana y me hacía mirar detenidamente la avenida, inhalar ese viento frío, recostar medio cuerpo en el sillón como quien sabe que solo se va a quedar un ratito y mejor no se acomoda.
Pero basta, lo que importa acá es el concepto. Aunque los conceptos de mi vida hace tiempo se han apastelado y difuminado y ahora hay una sola palabra que me encierra. Una firma ininteligible. Ese pedacito de garabato diminuto y arrinconado sí que soy yo. Almost doing things we used to do... canto bajito. Me pongo en cuclillas y me subo el jean para levantarme de un solo impulso. Pero algo falla, las maderas bajo mis pies traquetean inconstantes y me hundo, me voy hacia atrás como un animal que cae torpemente en una trampa. There's a girl here and she´s almost you...


https://www.youtube.com/watch?v=z4PKzz81m5c


jueves, 31 de marzo de 2016

Palomas.

Recuerdo el día que te cagó una paloma en la cabeza. Estábamos caminando por la avenida con los chicos de la universidad, íbamos como siempre a comer al mercado de Surquillo porque era buenazo, barato y servían un montón. Nosotros nos habíamos quedado atrás conversando y de repente noté que te movías de manera rara. Cuando te miré tenías una especie de torta blanca en el pelo y te limpiabas apurado y nervioso. No pude contenerme y me reí estrepitosamente mientras tú te ibas desesperando más, cállate pues huevona, si se dan cuenta me van a joder un culo. Tuve que respirar hondo y callarme, no quería que se burlaran de ti. Tengo esa imagen acá (y me doy toques en la cabeza). Te veías tan tonto, tan tierno. Saqué un pedazo de papel higiénico arrugado de mi mochila y te lo pasé por el pelo. Fue lo más cerca que estuve de cuidarte, de protegerte como a un niño. En la noche, saliendo de la última clase, le contaste a los chicos que por la tarde te había cagado una paloma pero que ninguno de ellos se dio cuenta y te reíste, porque a esa hora ya habías logrado evadir la burla pública y te sentías más chévere que el resto.
Después ya no hubo nada. Una amistad linda que no pasó de eso, miradas cómplices, gileos de madrugada que terminaban en bromas estúpidas, recuerdos de caricaturas de los ochentas, y una declaración a medias que no llegó a tener respuesta.
Ahora, diez años después, me compro un vestido para ir al bautizo de tu primer hijo. Camino buscando un regalo y me pregunto cómo sería la vida si nos hubiéramos enamorado en ese trayecto de caminatas interminables y latas de cerveza mirando la playa mientras nos contábamos los secretos familiares que habían ocasionado nuestros traumas adolescentes. Cómo sería todo si hasta ahora estuviéramos juntos y fuera yo la que se sienta en la mesa de tu departamento a sacar cuentas contigo y recordar los apellidos de nuestros amigos de toda la vida. Los más memorables, los mejores. Me halaga estar en esa lista. Compro un regalo lindo para Gabriel y un vestido sobrio para mí y te envío un mensaje confirmándote que recibí la invitación y que asistiré puntual a la iglesia pero que solo podré quedarme un ratito al almuerzo porque tengo una reunión a las tres. Me respondes casi inmediatamente para decirme que estás feliz de volver a vernos a todos y que ese día es aún más importante por esa razón agregada. La charla se acaba rápido y yo tomo un taxi de vuelta a mi trabajo y recuerdo también que cada vez que te molestabas fingías parar un taxi y yo corría a retenerte con un abrazo aunque sabía que no te ibas a ir porque en el bolsillo solo tenías dos soles y un par de cigarrillos medio doblados. Desde eso ha pasado tanto. Me gusta saber que el tiempo te ha traido una buena vida y que a diferencia mía (que hasta ahora no sé a dónde voy), estás estable, tranquilo, enfocado.
La calle está despejada y llego al toque.
- ¡¿Te has comprado un vestido?! Pregunta Andrea cuando me ve entrar a la oficina.
- Sí, respondo, tengo que ir a la iglesia el sábado porque... 
- ¡Te casas!
Siento cómo se me va el aire y tengo que apoyarme en una silla para reponerme. Estúpidos golpes bajos...

lunes, 15 de febrero de 2016

Neurotransmisor

Miro con detenimiento el techo de mi cuarto y noto que las líneas de pintura resquebrajada dibujan un tiburón y una manta raya. Bien, otro gran momento de la noche.
Nada como la felicidad post-orgásmica y el cosquilleo blando de los músculos regresando a su lugar. Soy víctima de mis reacciones fisiológicas y sonrío sin poder evitarlo. Estoy infestada de dopamina.
Me envuelvo en el edredón y doy lentos giros en mi cama, de izquierda a derecha. Muevo y estiro las piernas suavemente. Los ojos se me cierran.
Me despierta él, que ha regresado del baño y ahora se está cambiando.
-Te has demorado un montón- le digo
-Es que me quedé acariciando a un gato y después se me acercó otro. Creo que así, calato, no me tienen miedo.
Yo me río porque sigo feliz y porque él a veces es tan dulcemente idiota. Vuelvo a cerrar los ojos y entre nubes escucho su voz diciéndome algo sobre unos Tortees. Luego se acerca y me da la almohada que siempre abrazo para dormir y que con el alboroto había salido volando. Se despide y yo finjo estar dormida. Escucho sus pasos alejándose y el tintineo de los ángeles de cerámica que cuelgan de la puerta. Ese sonido, el de alguien yéndose, siempre ha sido uno de mis favoritos.
Estoy contenta porque sé que pasaré los siguientes días enamorada de un recuerdo poderosamente bello y seré una mejor persona por su causa. Más sonrisas comprensivas y menos estrés reactivo para con mi congéneres. Estoy infestada de dopamina.
Vuelvo a mirar la fauna marina del techo y pienso en la belleza situacional del universo, luego se me vienen a la mente cosas como las paredes del cuarto de Basquiat y La Capilla Sixtina. Me río. Me duermo sonriendo.


sábado, 23 de enero de 2016

Calata mood

Son las once. Tú estás en tu casa con una pijama secreta. Raquel duerme y yo leo. Me pongo reflexivo. Estiro el brazo para coger la taza de café y rompo un espejo irresponsablemente olvidado en la mesa de noche. Hago añicos todos los buenos presagios puestos en mi matrimonio.
Estoy lleno de recuerdos y datos imprecisos. En las noches me da por acordarme y no quisiera no batallar solo. Quisiera compartir algunas de mis memorias contigo y saber tu valoración de las mismas. Por tu carácter, sé que sabrías aportarme objetividad. Sobre todo en momentos como este, en los que no llego a ninguna conclusión lógica porque no puedo dejar de pensar en tu pijama secreta. Soy muy curioso. Soy un adicto a las pijamas de mujer en verano. Y al rivotril. Pero eso ya lo sabes, es cuento viejo. Tu interés en esa información en una escala del 1 al 10, probablemente sea de 2. Siendo generosos.
Esas cosas te aburren porque, en realidad, no te caigo tan bien, solo me soportas.
A esta hora ves películas, tratas de hacer yoga o fumas un cigarro en la ventana de tu cuarto, pero nunca, bajo ninguna suplica, te tomas una foto para mí. Me dejas todo el tiempo imaginándote la postura, la sonrisa. Y bueno, también la ropa interior.
Me escapo del cuarto y pongo el disco de Sweet Smoke que me regalaste. Te imagino ahora china, muy china, bailando y sonriendo con tus dientes grandes.
Te escribo preguntándote si puedes hablar un rato y me respondes que estás caminando por la calle y que podrías tropezar. Te digo que es la choteada más rara que me han dado en toda la vida y por ende la más humillante. No respondes, solo te ríes como de costumbre con excesiva amabilidad.
Creo que me soportas mejor cuando no tienes nada que hacer y estás en casa, en pijama y despeinada. Pero tu mejor humor para hablar conmigo siempre es bien temprano, cuando sales de la ducha y te estás alistando para ir a trabajar. Así, en calata mood, nunca me has rechazado.