Nota aclaratoria: Todos los textos y dibujos publicados en este espacio son creados por la imaginación aturdida de la autora. Todo es ficción. Cualquier parecido con la realidad...


domingo, 29 de noviembre de 2020

Belleza

Hay gente que puede leer con música. Yo no. Conmigo se callan todos porque: ¿cómo puede una leer con una canción de Danny Ocean de fondo?. Sí, ya se que a mí me encanta perderme en mis pensamientos e ignorar al mundo, y me encanta la música y soy súper ecléctica con esto y todo lo que quieran, pero a estas alturas de mi vida me imagino que nadie espera coherencia alguna en mis actos. Ya muchos sabrán que mi vida ha sido llevada de forma totalmente arbitraria y casi accidental.
Prosigo: hay gente que dibuja muy bien, que sus dibujos son copias casi exactas de alguna pintura expuesta en el tercer piso del Louvre. Yo no, yo le paso el lápiz al mismo trazo dos veces, siete, quince, aunque la norma estética sea crear un trazo límpio y preciso. Pero a mí me encanta hacer garabatos y distorsionarlo todo, y esa ilusión no me la va a quitar ningún profesor de arte, porque yo me lanzo a tierra y me aferro a mi dibujo como si no hubiera un mañana.
Ya saben, el que advierte no traiciona.
Hay gente que cree en teorías oficiales, yo no, yo creo en mis propias clasificaciones individuales. Y en la orfebrería, y en la asimetría, y en Kanye West.
Hay gente que lee libros y cuando los termina los deja impolutos en el lugar exacto que les corresponde en el librero. Yo no. Yo subrayo frases, doblo páginas, hago dibujos, guardo los libros dentro de mi mochila llena de paltas, porque ese día me tocó ir al mercado, y porque un libro fue creado para conocer la experiencia de la vida, para recorrer el mundo, para adoctrinar al lector de turno y hacerse viejo.
Y todo esto por qué? porque la imperfección y la honestidad son las cosas más perfectas de este mundo después de mis cuatro gatos.
Y acá llegamos a la bellísima técnica japonesa llamada Kintsugi. El Kintsugi consiste basicamente en pegar o tapar las grietas de un objeto roto o fracturado con nada más y nada menos que oro. Esta filosofia dice que cuando un objeto se rompe o se quiebra, las roturas o fracturas de éste no deben tratar de ocultarse, sino de mostrarse, de ensalsarce, porque así se manifiesta su historia a través de los años. La transformación le da un nuevo valor estético a la pieza reparada, teniendo ésta más valor que una que nunca se rompió.
La herida es el lugar por donde entra la luz, no?
O como diría Francis Bacon: No hay una belleza realmente excelsa que no tenga una anomalía en sus proporciones.

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