Nota aclaratoria: Todos los textos y dibujos publicados en este espacio son creados por la imaginación aturdida de la autora. Todo es ficción. Cualquier parecido con la realidad...


domingo, 29 de noviembre de 2020

La sopa

Estoy viviendo en un mini departamento en Ollantaytambo, "Ollanta" para los amigos. La dueña del hospedaje es una extranjera, una señora muy buena gente que parece estar todo el tiempo muy preocupada por mí. Siempre me pregunta si he comido. Hoy bajé a lavar los platos al patio común y me encontré con ella y su novio. El señor me preguntó de dónde era y hablamos de los típicos temas de cuarentena. Luego me despedí y subí a alistarme para ir a pasear a Pumamarca. A los minutos tocan la puerta: Vanessa?- me dice alguien afuera. Era el novio de María con una olla. "Mary y yo hicimos anoche sopa de gallina y sobró bastante, espero que te guste, disfrútala". Yo tenía una sonrisa enorme, falsa como el amor de todas mis citas de tinder. No sabía qué hacer, qué decir, no me daba la vida para contarle la repulsión que me daba tener un animal muerto en mi cocina, que nunca en mi vida he comido gallina y que mi mamá me obligó a comer carne a punta de jalones de orejas y promesas de postres cuando era niña. Acepté la sopa y le agradecí casi haciendo una reverencia como los japoneses, porque no tenía ni idea de cómo comportarme. La sopa. Ahí estaba. Solas las dos, cruzando las miradas.
Encontré un taper y la eché ahí. Salí de la casa como una criminal, escondiendo el taper y mirando hacia todos lados. Fui a la tienda donde viven varios niños y se las regalé. Les pedí que me guarden el secreto: "Chicos, yo nunca estuve aquí, ya?. Coman, coman rápido."
Ahora sí me puedo ir a pasear.

Qué linda es la gente que quiere compartir contigo su comida y su buena onda. Lástima que yo, como diría mi amiga Milagritos, he venido fallada. 

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