Nota aclaratoria: Todos los textos y dibujos publicados en este espacio son creados por la imaginación aturdida de la autora. Todo es ficción. Cualquier parecido con la realidad...


martes, 8 de octubre de 2019

Caleta

A mí me sale todo al revés. Por ejemplo, yo digo: "hoy sí o sí me acuesto temprano" y a las 6 am estoy bailando con un grupo de gente y tomando fernet.
Hace poco conocí a un nuevo y lindo amigo. Se llama Paulo, es productor y desde el primer día nos llevamos bastante bien.
Yo creo que era una noche de viernes cuando me dijo que estaba cerca a mi casa y me preguntó si quería huevear un rato y tomar unas chelas. Yo recién me había mudado. Tenía dos semanas viviendo en una residencial en la Av. Salaverry y aún me perdía buscando la puerta de mi casa porque absolutamente todos los edificios (por dentro y por fuera) son iguales. Paulo llegó y salimos a la parte trasera de la resi, donde hay unos jardines bien bonitos y bancas. Nos sentamos a tomar las latas y hablamos un montón hasta que empezó a hacer frío y él me sugirió que entráramos a mi casa. Le dije bueno sí, vamos, pero no quiero que mis roomies te vean entrar, para evitar algún problema tu entrada tiene que ser caleta, BIEN CALETA. Palabras trágicas aquellas.
Yo tenía la intención de dar la vuelta y salir por Salaverry para buscar la casa, pero mi amigo, pragmático él, me dijo que entráramos por la puerta de atrás. Le dije que no reconocía el edificio por ese lado y me dijo: Haz algo sencillo, mete la llave en cada puerta y la que abra será el edificio. Claro, qué lógico sonó eso en ese momento. Nada de pensar en alguna posible contingencia. Probamos con tres puertas y nada, la cuarta se abrió. Subí y él se quedó abajo, le dije que me esperara para chequear primero que no haya nadie en la sala. Metí la llave en la cerradura y no giraba. "Qué extraño" pensé. Traté de nuevo con más fuerza. Nada. Empujé la puerta a ver si tenía truco y nada, estaba empezando a contrariarme cuando la puerta se abrió y salió un hombre muy gordo de unos dos metros de altura "Señorita, ¿quién es usted y por qué está intentando entrar en mi casa?. Oh, señor, perdón ¿este no es el bloque 28? No señorita, es el bloque 25. Ah, ¡mil disculpas!, me confundí, hasta luego. En ese momento sale la que me imagino era su esposa, una señora bajita y gordita con una pijama rosada de los ositos cariñositos. Me miró furiosa y yo más bien me quería reír de su pijama pero me mantuve serena y pasiva. "¿Qué pasa? dijo, ¿Como ha entrado esta chica aquí? ¿Abajo hay un hombre? Hay que llamar a la policía ahorita mismo". Entonces yo nuevamente le expliqué que era nueva en el edificio y me había confundido de bloque y que al parecer una llave abría ambas puertas pero que ya me iba. Ella estaba enfurecida, alterada, era una justiciera y me quería ver presa por haber violado la propiedad privada. Sus gritos hicieron que salgan todos los vecinos, que baje el conserje del edificio y que entre el huachimán de la cuadra. Y yo ahí explicándole a todos una y otra vez mi bestialidad y perdiendo poco a poco el amor propio.
"Vamos a llevarla a la comisaria porque además está borracha, creo", dijo alguien por ahí. Ah no, me parece que ya estan exagerando un poquito, nada de series policiales para ustedes desde ahora. Solo he tomado dos latas, bueno dos latazas, pero borracha no estoy, contenta nomás, déjenme ir a mi casa y ya paren el drama, hombre, que Paulo está congelándose ahí afuera. Me dejaron ir a mi casa a pesar de las protestas de la gorda de los ositos, pero eso sí, me iban a llevar para comprobar que en efecto vivía ahí. Llegamos y abrí la puerta de la casa: ¿Ven? Acá vivo. Ya está. De repente sale Marita, mi roomie y dueña de la casa, ¿Qué pasó? me dice al verme parada en la puerta con tres vecinos, el conserje, el huachiman y Paulo a un costado con su bolsa de chelas. "Nada, que me confundí de edificio y los señores han venido a verificar que vivo acá". Marita los mira divertida, sonríe: sí claro, ella vive acá. Salen mis otras dos rommies asustadas por el escándalo.Todos nos miramos. En esos segundos evidentemente nadie ahí está entendiendo qué pasa, ni siquiera yo que estuve desde el inicio. "Ah bueno, ok entonces, disculpe señorita pero teníamos que verificar". Se van y Paulo y yo entramos al depa, lo presento y le digo a las chicas que estaremos en mi cuarto un ratito. Cerramos la puerta y nos da un ataque de risa. La entrada más caleta del mundo, ¿no?.

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